Las gafas estaban sobre la mesa y Jasmine las recogió. El chico se las había dejado y ella no pensaba ahora salir corriendo tras él. Estaba segura de que, si hubiese querido, si solo se hubiese asomado a la puerta de la cafetería, habría sido capaz de verle esperar para cruzar el semáforo. Sin embargo, cogió la taza del café, la puso en la bandeja, junto con las gafas, pasó la bayeta sobre la mesita y se dirigió detrás del mostrador. Eran las once. Apenas dos clientes apuraban su café antes de marcharse. Jasmine puso la taza en el lavavajillas y, mientras se lavaba las manos, miró las gafas. Con tranquilidad se secó las manos en un trapo con la mirada fija en la gafas. Se le pasó por la cabeza no probárselas, pero fue solo un pensamiento rápido que alejó de su mente igual que lanzó el trapo al mostrador tras tener las manos secas. Con cuidado las cogió y se las puso. En las vidrieras de la cafetería buscó su reflejo a lo lejos para ver como le quedaban. Se vio guapa. Con la mano se colocó un mechón de pelo que le caía sobre la cara. Se veía muy guapa.

Jordi Tello.